VENCER NUESTROS MIEDOS

 

CAMBIA TU FORMA DE VER LAS COSAS, Y LAS COSAS CAMBIARÁN

Las emociones son como un carro de caballos: puedes dejar que el carro de caballos tire de ti, por lo tanto, son las emociones las que te controlan; puedes coger el carro de caballos y guardarlo en el establo. Con esto, reprimes o evitas tus emociones; o puedes conducirlo, y entonces, eres tú el que controla lo que siente.

La emoción de preocupación, es quizá la  forma más habitual que nos lleva a experimentar ansiedad y miedo en nuestra cultura. La preocupación es el mecanismo que te mantiene inmovilizado ante algo que está en el futuro y sobre lo que normalmente, careces de control.

En  el extremo opuesto de la preocupación tenemos la reflexión constructiva acerca de un problema  que nos permite dar con la solución adecuada.

La pregunta es: ¿ES MÁS GRANDE QUE YO? Si percibes que una situación, es más grande que tú, es decir, que no cuentas con los recursos suficientes para afrontarla, o que no la controlas, entonces, sientes ansiedad o sientes miedo. El miedo y la ansiedad, tienen dos respuestas habituales: la paralización o inmovilización (no reaccionas) o la conducta de evitación: evitas aquella situación, persona, lugar… que te genera estas emociones.

Toda preocupación se asienta en el estado de alerta ante un peligro potencial. Nosotros tenemos un cerebro hecho para sobrevivir. Somos más emocionales que racionales. Digamos, que si el cerebro fuese un iceberg, la lógica o la razón sería la punta del iceberg. Primero decide tu cerebro emocional y después el racional lo procesa y lo explica.

Nuestro cerebro funciona a partir de las emociones, y aunque podemos razonar muchas de las cosas que nos pasan, tenemos mecanismos de defensa, miedos, creencias que nos limitan para conseguir lo que queremos y que nos condicionan a nivel emocional para superar nuestros miedos.

El neurocientífico Paul D. MacLean  en si libro The Triune Brain in Evolution (El Cerebro Triuno en Evolución), nos explica como el cerebro consta de tres partes: el Complejo Reptiliano, el Sistema Límbico y el Neocórtex.

El Complejo Reptiliano, nuestro cerebro más primitivo, sería el responsable de que tengamos comportamientos y pensamientos instintivos para sobrevivir. Es el que actuaría en situaciones límite, donde no necesitas pensar, sino reaccionar rápidamente, como cuando ves que alguien te puede robar y sales corriendo o cuando retiras tu mano porque te vas a quemar.

En el Sistema Límbico  está el origen de tus emociones. Su premisa es huir del dolor y acercarse al placer. En él se encuentra la amígdala, que son dos estructuras que se sitúan detrás de nuestros ojos, y donde quedan registradas la carga emocional de cada una de las cosas que vivimos. Por otro lado, la información de los recuerdos quedaría registrada en otra estructura llamada Hipotálamo. Éste asocia los recuerdos, con las emociones. Por ejemplo: si escuchas una canción que te recuerda a una persona especial, tu hipotálamo diría: recuerdo (canción) y tu amígdala diría: emoción (nostalgia, melancolía, alegría, tristeza…)

Por último el Neocórtex o corteza cerebral sólo se encuentra en los mamíferos más evolucionados, y en los humanos y es el responsable de hablar, razonar, de la percepción y de la abstracción.

Por lo tanto, tu cerebro primitivo o Complejo Reptiliano decide, tu Sistema Límbico o emocional siente, y el nuevo cerebro o Neocórtex, piensa.

Si quieres superar tus miedos, tu ansiedad, o aquello que no te deja seguir adelante, tendrás que traerlo al plano consciente, comprobar cómo te influye y decidir luego cómo actuar. Si no puedes hacerlo sólo, siempre puedes pedir ayuda profesional. A medida que lo vayas haciendo, te darás cuenta que cuando cambias tu forma de ver las cosas, las cosas cambiarán. Y de cómo la coherencia entre lo que deseas y lo que consigues es cada vez mayor.

¿Por qué todo esto es importante para controlar tus emociones? Para poder ser tú el que conduzca tu carro de caballos. Porque si bien no sabemos con exactitud dónde se almacenan la actitud, la conciencia, las creencias, las decisiones o la experiencia, sí sabemos que se pueden cambiar. Y que cuando las cambias, lo que ves, sientes, piensas o decides hacer, también cambia.