Un rey recibió como obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el instructor comunicó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente educado, pero que al otro halcón no sabía que le sucedía. No se había movido de la rama desde el día de su llegada a palacio, hasta tal punto que había que llevarle el alimento.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada dio éxito. Seguir leyendo