Las dificultades preparan a personas comunes para destinos extraordinarios”. C. S. Lewis.

Los seres humanos almacenamos recuerdos,  emociones, y experiencias en nuestro cerebro. En el antiguo Egipto pensaban que en el corazón residía el centro de la vida. Aristóteles también lo pensaba. Eran pocos los que afirmaban que nuestra personalidad, nuestras emociones, nuestros recuerdos o nuestro propio sentido del yo se ubican en nuestro kilo y medio de tejido cerebral. El corazón se presentaba como el órgano central donde residía el alma. Aparecía la imagen de Jesús abriendo su corazón. Así utilizamos frases como “abrir nuestro corazón a alguien” o “con el corazón en la mano”.

Apareció Thomas Willis, un médico inglés,  con una teoría que revolucionó esta idea.  Él fue pionero en afirmar que el alma se encuentra en nuestro cerebro. Sostenía que la memoria, la capacidad de aprender y las emociones eran producto de las conexiones químicas que se establecían a nivel cerebral.

Cuando vienen las personas a consulta me dicen: “me gustaría hacer clic y que desapareciera el dolor”. Borrar recuerdos dolorosos, olvidarme de las personas del pasado que me hicieron daño… eliminar de mi mente todos los recuerdos que no me dejan avanzar.

Con los avances de la ciencia es posible que algún día consigamos acabar con la depresión de una forma rápida. Imaginémonos que hacemos clic y ya somos completamente felices! O también que a nivel neurológico podamos actuar sobre los daños cerebrales que hacen que algunas personas sean incapaces de sentir empatía o arrepentimiento como en el caso de la psicopatía. El caso es, que los recuerdos dolorosos, las perturbaciones cerebrales, no sólo afectan a personas con “trastornos mentales”, sino a personas como vosotros y como yo. Queremos eliminar la tristeza, ansiedad o cualquier sentimiento que nos resulte desagradable.

Actualmente, los padres, los profesores y todos los responsables del sistema educativo, consideran que no se puede educar pensando sólo en la inteligencia científica y el desarrollo cognitivo. Álvaro Marchesi, Catedrático en la Universidad complutense de Madrid,  nos dice que es necesario incorporar las emociones al mundo de la educación. ( Información extraída de “El Alma está en el cerebro” de Eduardo Punset).

La felicidad no consiste en tener una vida sin problemas o sin emociones negativas. Es feliz, aquel que a pesar de tener problemas, sabe disfrutar de lo que le trae la vida, y es capaz de autogenerarse emociones positivas.

Imaginemos que uno de nosotros pierde a un ser querido. Podíamos tomar una pastilla para que no lloremos o no sintamos pena por la pérdida; ponernos electrodos para ser capaces de sentir alegría, o hacer un simple “clic” en nuestro cerebro y estar bien. Pero esto no serviría de nada. Estaríamos tristes porque hemos perdido a una persona importante para nosotros. Y necesitamos nuestra tristeza para sobrevivir a lo que nos ha sucedido. Es el aprendizaje que sacamos de esta experiencia lo que nos ayuda a vivir. Necesitamos nuestra alegría, nuestro miedo, nuestra empatía, nuestra tristeza, nuestro enfado, y todos nuestros sentimientos para vivir. Todas las emociones son necesarias. Nos indican cómo nos sentimos, y qué hemos de hacer para sobreponernos a lo que nos pasa.

¿Quién es más fuerte emocionalmente? Aquel que es más resiliente o muestra mayor entereza ante las adversidades que vive.

Así pues, no es más fuerte el que menos sufre, sino el que se hace más resiliente. La resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos para sobreponernos a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. Cuando una persona o un grupo es capaz de hacerlo, se dice que tiene una resiliencia adecuada, y puede sobreponerse a contratiempos que le traen la vida o incluso resultar fortalecido por éstos.

Actualmente, la resiliencia se aborda desde la Psicologia Positiva. Ésta se centra  en las capacidades, fortalezas,  valores y atributos positivos de los seres humanos, y no en sus debilidades y patologías, como lo hace la psicología tradicional.

Dejemos de centrar nuestra atención en lo que no va bien en nosotros. Dejemos de mirar el problema, y centrémonos en buscar soluciones. Esto es mucho más sano y nos acerca a la salud mental,  la fortaleza emocional y nos aleja de la patología.